martes, 29 de noviembre de 2011

“Ahí vienen por mí”. Nepomuceno Moreno. Fosa común institucional. Nietopriísmo: con permiso

Como ha sucedido con otros denunciantes de abusos criminales contra sus familiares en varias partes del país (por ejemplo, Marisela Escobedo, quien fue asesinada afuera del palacio de gobierno de Chihuahua el 17 de diciembre de 2010), el sonorense Nepomuceno Moreno Nuñez fue silenciado ayer en Hermosillo, a seis cuadras de la sede de los poderes estatal y municipal. El señor Moreno sostenía una solitaria y desolada lucha ante el gobierno del panista Guillermo Padrés en busca de su hijo Jorge Mario, quien fue desaparecido el 1º de julio del año pasado en un punto entre Ciudad Obregón y Guaymas, luego de haber sido perseguido por policías, municipales o estatales, que en el último tramo lo habrían sacado de una tienda Oxxo, según las diversas versiones que le fueron proporcionadas al padre que, conforme sucede casi como patrón obligatorio en el esquema de la justicia” putrefacta, hubo de convertirse en investigador por cuenta propia y en molesto denunciante permanente del caso.

A pesar del brutal silencio y la olímpica indiferencia de las autoridades (ha de insistirse aquí en el mal gobierno de Padrés, quien llegó al poder gracias a la oportuna irritación contra el PRI producida por las muertes de la guardería ABC), Nepomuceno Moreno encontró una luz de esperanza en el movimiento desarrollado a partir de la desgracia de otro padre despojado de su hijo, Javier Sicilia. Fue uno de los asistentes a Chapultepec para “dialogar” con el licenciado Calderón pero, como lamentablemente hubo de confirmarse en la inmensa mayoría de los procesos concurrentes, nada cambió en su peregrinar. En http://bit.ly/v7Bvx8 puede verse a Moreno narrando la historia de su infortunio y dejando constancia de lo que él hacía, a diferencia de los muchos a quienes aún no ha alcanzado la tragedia institucionalizada y por tanto prefieren la indiferencia e incluso el rechazo a la movilización y la denuncia.

“Ahí vienen por mí”, le habría dicho su hijo Jorge Mario desde la tienda a la que había ido a cargar crédito en su teléfono móvil. Ya antes le había narrado el primer encuentro con policías o delincuentes con ropaje de policías de los que había logrado escapar. De esas últimas palabras angustiadas, tiempo después, Nepomuceno Moreno retomó las del pasaje atribuido a Bertolt Brecht, provenientes del pastor Martin Niemöller. En su andar por oficinas, pasillos oficiales, plazas y calles, el padre desamparado repartía una copia del texto que describe cómo a fin de cuentas acaba quedándose solo, a disposición de los captores, aquel que se hace el desentendido cuanto van apresando a los otros, a aquellos de los cuales él considera no formar parte. Ayer, a bordo de una camioneta, fue acribillado ese padre decidido a quedar en la raya en busca de su hijo. También fueron por él.

A pesar del carácter abiertamente amenazador del exabrupto dominical calderonista, al tratar de conculcar el derecho ciudadano a presentar denuncias ante órganos institucionales por lo que considere abusos o delitos cometidos por autoridades, notable ha sido el silencio de varios comentaristas y políticos que suelen indignarse ante ciertos abusos (seleccionados). Ya antes fueron por los tuiteros de Veracruz, en el gobierno filofranquista de Javier Duarte que se aferra a la tesis de sujetar el ejercicio internético a condiciones establecidas desde el poder público. Luego, en la ciudad de México, fueron por un tuitero al que policías aprehendieron e interrogaron para ver si con su ironía no había sido causante del desplome de un helicóptero a pesar de que oficialmente se le consideraba accidental y no producto de un atentado.
Más delante instauraron la facultad de las Calumnias Libres cuando a juicio de la autoridad así convenga para incriminar periodismos incómodos y enseguida (uno-dos) el alto funcionario que excita a los ciudadanos a realizar llamadas anónimas de denuncia de presuntos delitos (las que, existentes o inventadas, ponen en funcionamiento y “justifican” la puesta en marcha de aplastantes maquinarias armadas que violentan derechos y siembran terror verdadero) se ha mostrado irritadamente persecutor de quienes solicitan a una instancia internacional que investigue si en México se están cometiendo crímenes de guerra desde el aparato de poder que declaró y sostiene una guerra civil que ha causado decenas de miles de bajas, muchas de ellas comprobadamente sin relación alguna con los asuntos de narcotráfico y la inmensa mayoría de ellas sin que haya instancia del Estado mexicano que a la fecha presente resultados procesales firmes de las circunstancias mortuorias, asignado todo a un presunto campo de disolución jurídica en el que la inmensidad macabra queda condenada a una fosa común institucional, sin esperanza de verdad ni justicia, con la mera invocación del sambenito de las muertes a cuenta del “narcotráfico”. Ya han ido por otros...

Astillas

El nietopriísmo batalla ardorosamente en busca de convencer de que las malas mañas de hoy no son las mismas de los abuelos, según eso dejados atrás, aunque muchos de ellos siguen moviendo los hilos de la candidatura estética... Más que “Compromiso por México”, esa coalición formada por PRI, Panal y Niños Verde Dólar pareciera llamarse “Con permiso, tomo México”... El “Movimiento Progresista”, formado por los partidos del sol azteca y del Trabajo y lo que antes fue Convergencia, avanza en el proceso de meter en la licuadora los intereses electorales de los participantes. En ese contexto de reparto de candidaturas, mandos, privilegios y demás, los Chuchos ya están listos para acogerse a la amnistía decretada por la República Amorosa, preparados para aparecer en la reconciliación pública con el mismo candidato que en 2006 les derivó votos hacia diputaciones y senadurías con las que luego le combatieron (eso, sin hablar de traiciones comprobadas que ahora quedarán provisionalmente relegadas bajo efluvios románticos)... Y, mientras en el PAN sufren para aparentar que pueden armar un debate a partir de tres porciones que no crecen, ¡hasta mañana!




Fuente: La Jornada