sábado, 7 de abril de 2012

Familias denuncian viacrucis de mineros de Pasta de Conchos

Tras el siniestro de 2006, las condiciones en que trabajan siguen siendo deplorables, afirman

Exigen recuperar los cuerpos sepultados y dicen no esperar mucho del gobernador Rubén Moreira
San Juan de Sabinas. Integrantes de la organización Familia Pasta de Conchos representaron un viacrucis original: coloca- ron más de un centenar de cruces a la orilla de la carretera San Juan de Sabinas-Múzquiz para dar testimonio de la muerte de igual número de personas en las minas de carbón de la zona, todas ocurridas después de febrero de 2006, cuando explotó el pozo número 8 de Pasta de Conchos y segó la vida de 63 trabajadores.

Obreros, familiares y amigos de las víctimas en la zona carbonífera denunciaron así las condiciones en que trabajan y reiteraron su llamado a que sean recuperados los cadáveres de sus familiares sepultados.

Los mineros se movilizaron en camionetas para trasladar cruces de madera pintadas de blanco. Mujeres escribieron en ellas los nombres de quienes se niegan a olvidar. Es el segundo año en que se manifiestan de esta forma.

Cristina Auerbach Benavides, activista de la Pastoral Laboral que acompaña a la asociación Familia Pasta de Conchos, dijo que tras el siniestro de 2006 las mujeres y hombres encabezados por María Trinidad Cantú organizaron este vía crucis en el mismo patio de la mina número 8; sin embargo, la empresa impidió el acceso, por lo cual hoy se reúnen al pie de la carretera para realizar su homenaje luctuoso.

Del gobierno de Rubén Moreira Valdez dijo que no esperan nada, pues la minería obedece a disposiciones federales; además, la situación local se complica porque Familia Pasta de Conchos ha interpuesto denuncias contra la empresa paraestatal Promotora de Desarrollo Minero (Prodemi), que compra el carbón, sin que a la fecha hayan prosperado.

Prodemi se ha reunido con representantes federales y estatales, en tanto que la organización no es invitada, no es interlocutora, pero además lo lamentable de todo esto es que en esas reuniones siempre quedan afuera los afectados, indicó.

Esto, agregó, a pesar de que la Organización Internacional del Trabajo solicitó al gobierno mexicano, y por tanto al estatal, que a Familia Pasta de Conchos se le reconozca como interlocutora para revisión de leyes y procedimientos de inspecciones a minas.

La organización no está en contra de la minería, pero sí del trabajo en los pocitos y socavones que no cumplen con las normas mínimas de seguridad y ponen en condición de mártires a los obreros, concluyó Auerbach Benavides.

Trinidad Cantú repasa con pintura las letras de las cruces para que los nombres de los mineros no se pierdan por las inclemencias del tiempo. Ella pide conciencia a los dueños de las minas para que la seguridad de los obreros no esté al garete.

“Muchos decimos ‘Queremos justicia, queremos trabajo para todos los hombres que necesitan mantener a sus familias’. Sinceramente el trabajo hace mucha falta en la región carbonífera, las familias sufren hambre, tienen muchas necesidades, pero principalmente de comida.

“La región se ha acostumbrado a las injusticias como la de que los dueños de las minas no remuneren bien a sus obreros. Vemos con tristeza que en los hogares de los trabajadores apenas alcanza para comprar frijoles.

En Pasta de Conchos yo perdí a mi hijo Raúl Villasana Cantú, se quedó y está atrapado todavía ahí porque ni el gobierno ni la empresa han querido rescatar sus restos, refirió Trinidad Cantú.

Mencionó que aunque el dolor es latente, el aliento lo encuentran en pedir justicia y ese es el verdadero sentido de un viacrucis, luchar para que el gobierno sepa que no estamos contentos, que lo que se nos hizo de no entregarnos los restos ha sido un calvario tremendo.

Gloria Garza también colocó la cruz de su hijo José Luis Rivera, quien hace ocho meses murió en una cueva de San Juan. Impactada por el dolor de perder el sostén de su casa, recuerda que su hijo era además su única compañía. Refrió que la vida para ella ahora es más complicada, pues aprenderá a vivir de la pensión de su esposo, pues por la muerte de su hijo no le han dado nada.

La riqueza del minero

Federico González Romo colocó la cruz de su hermano José, fallecido el 7 de febrero pasado en un accidente automovilístico. Ellos entrarían a trabajar en el tercer turno y viajaban de noche en una camioneta con dos compañeros más, entre ellos un joven de 16 años.

(Mi hermano) quedó con el pulmón completamente destrozado, el otro dañado y con las vértebras quebradas, pero la minera Díaz y quien nos chocó no han respondido. Yo también estoy incapacitado, pero el patrón no ha llenado la forma 77 porque no tenemos seguro; ahora dice que no somos sus trabajadores.

La riqueza del minero es andar debajo de la tierra y encontrar la muerte, concluyó Federico.




Fuente: La Jornada