lunes, 23 de abril de 2012

Wal-Mart, el súper de la corrupción


En los últimos días del sexenio de Fox recibió Wal-Mart la autorización de la Secretaría de Hacienda y la Comisión Nacional de Valores para operar un banco en México. El supermercado era una de las empresas privadas que habían apoyado a la asociación Vamos México, de la señora Marta, mediante el redondeo de las cuentas de los clientes. 

Cuando sus presuntos malos manejos trascendieron a la prensa internacional, la señora Marta envió una carta al diario Financial Times, de Londres, donde admitía que había recibido donativos de millones de dólares de diversas corporaciones, entre ellas Wal-Mart. En Estados Unidos Wal-Mart no ha podido conseguir un permiso para operar un banco. 

Es desventajoso para el consumidor que un mercado le preste dinero para que le compre mercancías; se convertiría en una réplica de las tiendas de raya del porfirismo. Sin embargo, Wal-Mart obtuvo la autorización en México con cierta facilidad, aunque no tenía infraestructura, lo que hizo fue abrir pequeñas oficinas en sus propias tiendas y colgarles un letrero. 

Tampoco tenía un sistema para administrar las tarjetas de crédito, le encargó la maquila a Bancomer. Corrieron versiones en el medio financiero de que había algo raro, incluso con sorna se llamaba Banco Walmarta a la nueva entidad. 

La sospecha hoy es si la red de corrupción que ha sido revelada en Estados Unidos por el diario The New York Times, por la cual ejecutivos de Wal-Mart han pagado mordidas por más de 23 millones de dólares a funcionarios mexicanos para que le faciliten su expansión, involucra también a la señora Marta y Vamos México. El expediente está en manos de fiscales federales que actúan en el marco de la ley anticorrupción. 

Obviamente aquí las autoridades harán lo imposible para encubrir a los posibles responsables, pero a Wal-Mart le preocupa que las de Estados Unidos lleguen a actuar contra varios de sus altos ejecutivos, porque al parecer conocieron a tiempo los actos de corrupción y los encubrieron.




Fuente: La Jornada