viernes, 12 de octubre de 2012

Caciques insurrectos. Baile de máscaras. PAN largamente omiso. Corcuera, legionarios

En una sociedad domesticada, que ve pasar cotidiana e impunemente la desgracia y la injusticia en sus peores expresiones, uno de los contados segmentos que anuncian estar en disposición de levantarse en armas políticas, recurriendo a la manifestación pública y el paro nacional de labores es el del dinosaurismo sindical, a cuyos supermillonarios líderes, normalmente instalados de por vida en el goce de sus cargos, les subleva la pretensión panista de darle transparencia y democracia a esas organizaciones presuntamente defensoras de los intereses de los trabajadores.

El impensable espectáculo de los vetustos caciques sindicales (sobre todo los priístas, pero también los de una parte de la franja independiente) convertidos en conspiradores desde las Lomas de Chapultepec, presuntos incendiarios sociales desde sus autos de máxima exclusividad, guerrilleros desde algún lugar de las cuotas sindicales, forma parte de la tragicómica carpa México que en estas semanas se afana en presentar funciones surrealistas.

Resulta que a última hora, luego de doce años no sólo de connivencia, sino de pleno amasiato político con los peores cacicazgos sindicales (el de Gordillo, para no ir tan lejos), el panismo pretende ponerse beligerante con sus aliados recientes (con la vista puesta electoralmente en el futuro, tratando de salvar la cara y sostener banderas de lucha). Nada hicieron Vicente Fox, Felipe Calderón ni el panismo en general durante la Docena Trágica para cambiar el cómodo esquema de relaciones de complicidad entre las administraciones federales y el sindicalismo corrupto y antidemocrático de siempre. Sólo emprendieron acciones contra ciertos dirigentes que eran molestos para empresas con las que la cúpula de blanco y azul tenía relaciones profundas, como el caso de Napoleón Gómez Urrutia, Napito, y Germán Larrea y el Grupo México. O agredieron con alevosía y ventaja a empresas y trabajadores como Luz y Fuerza del Centro y el Sindicato Mexicano de Electricistas, y Mexicana de Aviación y sus organizaciones laborales.

Sin embargo, el calderonismo panista pretende hoy ostentarse como adversario del dinosaurismo sindical mientras el PRI protege convenientemente a sus piezas proletarias de museo. En ese concurso de ridículos, el partido de tres colores habla de defensa de la democracia y de autonomía de las organizaciones sindicales, en tanto las reformas laborales de walmartización nacional son relegadas a un segundo plano. Priístas y panistas riñen públicamente en función de las modificaciones que en el Senado pudiera hacerse al texto ya aprobado en San Lázaro. Unos y otros amenazan y se acusan de poner en riesgo el articulado nefasto que se refiere a las relaciones laborales en sí, y se centran en el punto de los sindicatos. A fin de cuentas, los dos partidos están al servicio de los intereses empresariales, sobre todo trasnacionales, que buscan un mayor abaratamiento de la mano de obra mexicana y la mayor supresión posible de la carga de prestaciones laborales.

En ese baile de máscaras (sin música de Giuseppe Verdi) sucede también que la defensa de la organización sindical es una batalla necesaria, aun por encima de las características personales y grupales de las élites falsamente representativas. Así como se ha demeritado sistemáticamente la actividad política (todos son iguales, de nada sirve hacerles el juego), lo que en los hechos significa dejar la toma de decisiones colectivas en manos de las camarillas actuales, se sostiene una batida contra el sindicalismo, lo que en la práctica llevaría a dejar a los trabajadores sin protección alguna frente al capitalismo salvaje que con las reformas laborales en puerta se pretende fortalecer.

Astillas

Los relojes políticos del Vaticano no son inescrutables. Álvaro Corcuera pidió ayer retirarse temporalmente de la dirección general de los legionarios de Cristo, en una salida de foro que parecía obligada desde años atrás, cuando estalló el escándalo de la doble vida del fundador de esa agrupación católica, Marcial Maciel. Corcuera había sido puesto en 2005 al frente de los legionarios, siempre acusado de mantener una dependencia complicitaria con el jefe de la congregación. Roma impuso diversas formas de control y debilitamiento del poder de Corcuera, hasta llegar al momento actual, a un año de la elección de nuevo superior. Según relató el delegado papal para la reforma de la comunidad de los legionarios, el cardenal Velasio de Paolis, él mismo, escuchando a Corcuera, le pidió que renunciara, dado que el mexicano se decía sin salud ni energías necesarias para enfrentar los retos del cargo en el que debía seguir hasta 2017. Pero, explicó De Paolis, la solicitud de retiro temporal tiene peculiares matices: Como se puede notar no se trata de una dimisión del cargo y, tampoco, del nombramiento de un director general sustituto, sino simplemente de una especie de año sabático solicitado y concedido al director general, el cual permanece como tal, pero cesa en sus funciones. ¡Ah, la divina grilla del clero milenario!... Enrique Peña Nieto parece haber ido a Berlín para saber cómo se dice venta de Pemex en alemán. En cambio, ninguna duda lingüística parece haber respecto a la postulación de dos candidatos a ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación: EPN ha avalado las propuestas hechas por Calderón. Es decir, arreglo explícito... El informe de Amnistía Internacional, titulado Culpables conocidos, víctimas ignoradas, es uno de los varios reportes documentados y contundentes sobre la terrible realidad del calderonismo, las fuerzas armadas federales, las policías de diversos niveles, los gobernadores y el aparato de procuración e impartición de justicia en México. Durante el sexenio felipista aumentaron de manera impresionante las denuncias de violaciones a los derechos humanos y violencia sin castigo... Y, mientras Alejandro Poiré dice que el gobierno federal no tiene dudas de que el abatido fue el famoso Lazcano, ¡feliz fin de semana!




Fuente: La Jornada