martes, 10 de junio de 2014

Un 'militar' en las filas de la trata

La Procuraduría del Estado de México acusa a un policía militar de 23 años de dirigir una red de prostitución forzada de menores de edad, quien estaría involucrado en al menos dos homicidos, así como cinco secuestros 

Cuando los agentes del Ministerio Público llevaron aquel cuerpo al Servicio Médico Forense (Semefo) de Toluca, Estado de México, el médico que lo recibió hizo ese gesto que suele advertir que se trata de un caso difícil. Una mueca que, si tuviera palabras, diría: “¿Cómo esperan que examine unos restos en este estado?”. 

Tenía frente a sí un rostro desfigurado con el cuerpo amoratado, músculos mancillados y huesos rotos. El especialista examinó durante varios minutos el cadáver hasta que se convenció de que era un homicidio por las huellas de abuso físico y sexual que trataron de ser borradas con acetona para destruir la carga genética de los fluidos corporales del asesino. Antes de fotografiar por última vez el cuerpo y mandarlo a resguardo, el médico escribió “mujer”, “aproximadamente 25 años”, y la fecha de ese día —9 de mayo de 2012— en su reporte. 

El cuerpo permaneció desde entonces y hasta el 22 del mismo mes en espera de que alguien acudiera al Semefo, pidiera ver las fotografías de restos femeninos de entre 20 y 30 años, hallaran a su familiar extraviado y reclamaran el cadáver. No sucedió. Sin nadie que lo reclamara, a los 13 días el cuerpo fue enviado a la fosa común. 

Los restos aún estarían ahí, si no fuera por un par de policías estatales que fueron asignados a la revisión del caso de una joven desaparecida el 8 de mayo de 2012, en Los Héroes Tecámac. Sabiendo que los médicos del Semefo suelen equivocarse al calcular la edad de cadáveres con huellas de violencia, pidieron revisar todas las fotografías de mujeres de cinco a 99 años ingresadas desde la fecha del extravío de Bianca hasta la tarde de ese 12 abril de 2013, cuando reabrieron el caso. 

Al revisar las fotografías tuvieron una corazonada: la joven que investigaban se parecía a la del cuerpo enviado a la fosa común. Llamaron a la mamá para que acudiera e hiciera el reconocimiento del cuerpo. Ella confirmó que se trataba de su hija. Ahí supo que sólo un día después de su desaparición, sus captores la habían asesinado y tirado su cuerpo en la carretera libre a Tizayuca, a la altura de Los Reyes Acozac. 

El gobierno mexiquense detuvo el conteo de 339 días de desaparecida para Bianca Edith Barrón Cedillo y la colocó en la categoría de localizada, pero muerta. 

Luego de una batalla legal para hacer pruebas de ADN y exhumar el cuerpo, el 26 de abril del año pasado los familiares pudieron regresarla a casa y despedirla en un funeral, para pasar a otra etapa del duelo: exigir castigo para los asesinos. 

Un anhelo que acariciaron 10 meses después, cuando la familia Barrón Cedillo amaneció con la noticia de que la Procuraduría mexiquense había detenido a los presuntos responsables del crimen en un giro inesperado: un militar que lidera un grupo delictivo habría asesinado a Bianca Edith Barrón Cedillo, cuando tenía 14 años. 

Las detenciones 

El 17 de febrero de este año, la Procuraduría General de Justicia del Estado de México (PGJEM) informó sobre la captura de tres sujetos que estarían relacionados con el homicidio de Bianca. Dos de ellos son menores de 18 años, por lo que sus nombres no fueron dados a conocer públicamente. El líder del grupo es mayor de edad, por lo que sus datos sí fueron revelados. Su nombre es Erick Sanjuan Palafox. 

Sobre el caso, la PGJEM sólo ofreció un detalle más respecto al jefe de la banda: tiene 23 años. Omitió informar sobre las labores de inteligencia que permitieron aprehender al presunto responsable y también que el detenido fue formado en las aulas de la Secretaría de la Defensa Nacional. 

De acuerdo con un informe elaborado por la Fiscalía Especializada de Trata de Personas y para la Investigación de Personas Desaparecidas o Extraviadas —cuya copia fue entregada a este diario por una fuente verificada—, al momento de su detención por trata en la modalidad de explotación Sanjuan era policía militar activo en el Tercer Batallón, adscrito a la puerta 8. 

Originalmente, las funciones de los integrantes de la Policía Militar comprenden el resguardo de instalaciones militares y apoyo a los órganos de justicia castrense, entre otras, pero a partir del sexenio de Vicente Fox también hacen labores de combate al crimen organizado. 

Sin embargo, Sanjuan “dobleteaba” para el enemigo. El mismo informe alerta que el militar también es jefe de un grupo de distribuidores de droga de entre 15 y 20 años que opera en las distintas secciones de Los Héroes Tecámac. Su alias es El Mili y, además de distribuir mariguana, cocaína y drogas sintéticas, su grupo es investigado por el secuestro de al menos cinco menores de edad que pudieron estar o están ahora mismo en las redes de trata de personas del país. 

Al grupo comandado por Sanjuan se le liga, además del secuestro y asesinato de Bianca Barrón, con el plagio y homicidio de Abril Selena Caldiño Rodríguez (desaparecida a los 15 años y encontrada muerta dos años después), y con la desaparición forzada de Lucía Joseline Robles Sánchez (desaparecida a los 17 años), Yenifer Velázquez Navarro (desaparecida a los 16 años) y de Arisbeth Sánchez Izalde (desaparecida a los 15 años). Todos los casos en Tecámac-Ecatepec. 

En el caso de Arisbeth, ella fue raptada en la colonia Santa María Chiconautla, Ecatepec, junto con su hermano de 10 años, pero él fue liberado minutos después. En su declaración, el niño recordó al hombre que secuestró a su hermana con un “corte de cabello tipo militar”. 

“Lo que nos han comentado en la procuraduría (del Estado de México) es que (Sanjuan) ya confesó haber matado a Bianca y que está cooperando con el resto de los casos. Eso nos han dicho, y que cuando acabe de decir todo lo que sabe se le dictará el auto de formal prisión”, cuenta la madre de una joven desaparecida de esa zona, quien pidió omitir su nombre por seguridad. Su testimonio fue confirmado por una fuente de la PGJEM. 

En una navegación por la cuenta de Facebook de Sanjuan, cuatro imágenes destacan: en una aparece tomándose una foto en un baño mientras porta su uniforme militar con la identificación de su apellido bordada en el pecho; en otra, alguien lo retrató presuntamente en el Campo Militar 1, uniformado y recargado en un Porsche Boxster. 

La tercera es una imagen que él subió a su perfil de un fusil AK-47 —conocido como cuerno de chivo, un arma no usada por el Ejército— desarmado, rodeado de balas, y en los comentarios escribió a una joven: “Si padre ese es el cuernit delq te avia comentado” (sic). En la última aparece él abrazado de una chica que podría ser menor de edad. 

“¿Y a este tipo cuántos mandos del Ejército lo apoyaban?”, pregunta la madre de una desaparecida. “Que nos diga de una vez el gobierno, ¿cuántos militares están detrás de los ‘levantones’ de niñas en el Estado de México?”. 

Más jóvenes desaparecidas  

Elizabeth Martínez, activista contra las desapariciones forzadas y madre de una chica que logró volver a casa tras escapar de las redes de trata del Estado de México, dice que los cinco expedientes que las autoridades relacionan al grupo de Sanjuan apenas son una cuarta parte de los casos que ella conoce. 

“Yo conozco, al menos, 20 casos de jovencitas desaparecidas en el Estado de México con el mismo modus operandi, mismo tipo de chicas: jovencitas, menores, delgadas, cabello largo, lacio, chaparritas, fáciles de atrapar por un hombre. 

“La sospecha es que por el físico similar, la edad, el tipo de jovencitas, muchas de ellas sean explotadas sexualmente, tratadas como esclavas. Nuestro temor es ese y cada vez encontramos más casos, porque hay muchos en los que la familia no denuncia por miedo”, explicó Martínez. 

De acuerdo con sus investigaciones, la niña más joven raptada para trata de personas en esa zona tiene 12 años; la más grande, 22. Entre ese rango de edad hay estudiantes de secundaria, preparatoria y universidad que el gobierno clasifica como “ilocalizables”. 

“Lo que está pasando en el Estado de México es una tragedia. Se están llevando a las niñas con una facilidad que da miedo, es gente especializada. Algo muy turbio”, dijo. 

Búsqueda incansable 

Hace nueve meses que María Eugenia duerme sin descanso y come sin hambre. Su hija de 14 años, Diana Angélica Castañeda, desapareció el 7 de septiembre de 2013 en los límites de Los Héroes Tecámac y Ecatepec, donde presuntamente operaban Sanjuan y su grupo delictivo. 

Las niñas raptadas ahí tienen un aspecto parecido al de Diana, reconoce su mamá: delgadas, cabello negro y lacio, tez blanca, menores de edad cuyos numerosos contactos en redes sociales más el ambiente de violencia en las calles representan un obstáculo para hallarlas a salvo. 

“Lo que yo he investigado es el mismo perfil. Es delincuencia organizada, es trata de personas. Mi hija, lo que yo percibo de ella, es que fue vista varias veces en el mismo lugar y ese día al pasar la subieron a un auto y se la llevaron. Un auto negro”, cuenta María Eugenia, sujetando la foto de su hija. “Pero la autoridad dice que mientras esté desaparecida, Diana es una desaparecida más, no trata”. 

Los últimos movimientos de Diana quedaron registrados en el chat de Facebook: tenía una cita esa tarde, a las 18:00 horas, con una amiga en el Sector 21 de Los Héroes Tecámac para ir a una fiesta. Nunca llegó. Las cámaras de vigilancia de la zona estaban descompuestas y ningún vecino ha querido dar pistas. 

“Les llenan la cabeza a las mamás de que a lo mejor su hija está embarazada y se fue, pero empiezo a hacer investigaciones sobre cómo se maneja la trata (...) Conforme pasa el tiempo me doy cuenta que no es la única niña, hay muchas. De hecho, yo participo en el rescate de una niña (...) Yo no bajé la guardia, empezamos a investigar y me di cuenta que mi hija pertenecía al perfil de las niñas de Ecatepec. 

“Muchas mamás de Ecatepec saben que (las bandas de trata operan en) una franja que abarca Tlaxcala, Chalco, Texcoco, Tecamac, Ojo de Agua, Coacalco, Atizapán”, dice la madre, ahora conferencista en universidades para prevenir “enganches” de tratantes. 

El último avance del caso ocurrió el 6 de febrero pasado, cuando una llamada llevó a la mamá hasta el Semefo de Texcoco: hay un cuerpo femenino en mal estado, con un golpe en la cabeza que podría ser la causa de muerte, que corresponde con la descripción física de la estudiante de tercero de secundaria. 

María Eugenia revisó una a una las fotografías del cuerpo. Un hueco se empezó a abrir en su estómago cuando creyó reconocer en el cadáver la dentadura de su hija. El hoyo se agrandó cuando llegó a los dedos de los pies —de lo poco reconocible de los restos— y pensó que sí son los de Diana. 

En los próximos días a la publicación de este texto, las pruebas de ADN sobre ese cuerpo arrojarán dos variantes: la búsqueda por Diana acabó o se seguirán vendiendo a 10 pesos cada pulsera de tela con la frase #PorElRegresoDeDianaACasa. 

Si ocurre la primera, María Eugenia pedirá que se indague si El Mili está vinculado con el homicidio; si pasa la segunda, seguirá viva la esperanza de festejar sus 15 años en el Ángel de la Independencia.

Fuente: El Universal| Óscar Balderas