jueves, 11 de diciembre de 2014

Normalista asesinado en Iguala deja carta de despedida a su esposa

Julio César, el normalista desollado en Iguala. 
Foto: Cortesía Album Familiar

Julio César Mondragón Nava, uno de los tres normalistas torturados y asesinados en Iguala, Guerrero, quería ser maestro como su esposa, Marisa Mendoza, de 24 años), quien ahora tendrá que asumir sola la manutención de la hija que ambos procrearon.

Al cierre de un homenaje luctuoso convocado por el Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Victoria y de una colecta en beneficio de la familia que quedó en la orfandad tras el deceso de Julio César, Marisa cuenta que conoció al normalista hace tres años, cuando ella estudiaba en una normal rural de Tlaxcala.

Se enamoró de él en un baile. Se hicieron novios y hace un año supieron que tendrían a Melisa, quien nació apenas hace cuatro meses y medio.

Para sostener el hogar, Julio trabajó como campesino, albañil y guardia de seguridad. A pesar de sus actividades, nunca cesó en su intento de ingresar a una Normal para convertirse en maestro, igual que Marisa.
La falta de oportunidad educativa en el Distrito Federal, donde trabajaba mandó a Julio, hasta la Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, Guerrero.

Según Marisa, la separación fue tan dura que la última vez que se vieron Julio le dejó unas palabras escritas, mismas que ayer leyó con un nudo en la garganta.

“Esta no es una típica carta de despedida, me atrevo a decirte que nunca me olvides, no olvides que te amo con toda mi humildad. La semilla de un futuro sólo se siembra con esperanzas.

“Dile a mi hija que su papi la quiere mucho, aunque para mañana ya no esté, cuídala mucho, dale amor como yo quería darle a chorros. Corresponde sus preguntas y dile que por siempre yo la apoyaré.

“Me voy y no sé si regrese. Tengo mucho miedo por mis sueños, pero quiero que sepas que a donde yo vaya, tú y la bebé también irán (…). Pase lo que pase aprieta el paso y no agaches la mirada para que tus esperanzas nunca se caigan (…)”.

Marisa, quien es maestra en el DF por un sueldo menor a los seis mil pesos mensuales, está preocupada por el futuro de su hija, a quien Julio había previsto apoyar para garantizar que fuera a la escuela.

Ahora Marisa agradece el apoyo de las familias de los 42 estudiantes que siguen desaparecidos y que fueron a darle un abrazo, una palabra de aliento.

Junto a ella también estuvo Ezequiel Mora, padre de Alexander Mora Venancio, cuyos restos (un pedazo de muela y hueso) fueron identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) la semana pasada.

Además, activistas, estudiantes, colectivos de madres y familias de San Salvador Atenco, en el Estado de México (Edomex), también fueron a abrazarla, a darle cartas y regalos simbólicos, le hicieron mantas con palabras de apoyo e incluso le dieron dinero.

“Me dicen que le eche muchas ganas, que vea por mi hija que es la semillita que Julio dejó; pero también me dicen que exija justicia porque ante todo ellas van estar conmigo en la lucha”, dice Marisa.

Afrodita Berta Mondragón Fronta, madre de Julio César, también estuvo al lado de Marisa sobrellevando su propia lucha porque su hijo “sólo quería salir adelante. Fue muy difícil para él estudiar y estaba contentísimo de haberse quedado en la Normal de Ayotzinapa” cuenta.

Madre soltera, Afrodita recibió la noticia directamente del Comité estudiantil de la Normal que la llamó hasta su casa, en el Estado de México. “Supimos que habían reprimido a Guerrero, a los de Ayotzinapa, donde estaba mi hijo. Ya se sabía que había tres muertos, uno de ellos no identificado. Ese era mi hijo”, comparte.

La madre identificó a Julio por internet (sin especificar si los normalistas le enviaron fotografías o las vio en los medios de comunicación) luego de ver la ropa de uno de los cuerpos con rastros de tortura.

Recuerda a Julio como una persona tranquila, preocupada por la gente. “Ahí, en su casa, no vivía una mamá y sus dos hijos, vivíamos tres hermanos”.

Jornadas decembrinas por apoyo a ayotzinapa

Al término del homenaje luctuoso, Julio César, las madres y padres de los 43 normalistas caminaron hacia el camión que esa misma noche los llevaría hasta Guerrero.

A paso cansado, iban haciendo cuentas para saber a qué hora de la madrugada llegarían a la Normal. También iban repasando los pendientes que el gobierno federal aún tiene con todas las víctimas.

De entrada, dicen, la Procuraduría General de la República (PGR) tendrá que responder por qué no ha dictado sentencia a todas las personas detenidas por haber participado en la desaparición de los estudiantes; también tiene que detallar qué acciones llevará a cabo durante diciembre para intensificar la búsqueda de los normalistas.

Pero también, observan, deberá responder todos los cuestionamientos que las familias le han hecho respecto a su versión de cómo sucedió el supuesto asesinato de los normalistas.

Hoy por la mañana, en conferencia de prensa, las madres de Everardo Rodríguez Bello, Julio César López y Cristián Alfonso Rodríguez Telumbre (tres de los estudiantes desaparecidos), revelaron que temen que por las vacaciones “se dé carpetazo” al caso.

Advirtieron que la gendarmería ya se está retirando de la entidad y que las autoridades siguen sin dar respuestas sobre cómo buscarán a sus hijos. “Ya sentimos el descobijo del gobierno”.

Informaron que las 43 familias y los compañeros normalistas llevarán a cabo del 23 al 27 de diciembre una Jornada Decembrina por Ayotzinapa, en la que esperan que la sociedad mexicana y la internacional se solidaricen llevando a la Normal Rural de Guerrero eventos culturales y artísticos.

Asimismo sugirieron que los barrios y colonias de todo el país organicen posadas por apoyo a Ayotzinapa; agregaron que el 24 de diciembre harán una misa y una jornada de oraciones al interior de la Normal; y pidieron que se apoye a las familias con ropa y cobijas, ya que algunas personas no han abandonado la Normal desde el 27 de septiembre.

En la conferencia, también criticaron que activistas que los apoyan padezcan hostigamiento, amenazas y presiones. Sin embargo, pidieron que el miedo no amedrente ni detenga las muestras de solidaridad que se han mostrado las familias.

Fuente: Proceso| ANGÉLICA JOCELYN SOTO