sábado, 26 de diciembre de 2015

Historia. "Aquí no existe la Navidad"

En Morelos, 14 mil jornaleros no conocen el aguinaldo o los regalos. Para ellos, diciembre sólo representa un pago semanal de 800 pesos
En estos campos y sus albergues temporales nadie conoce al hombre obeso vestido de rojo, una cena en familia y los regalos. Tampoco hay preparativos para recibir el Año Nuevo porque para los hombres y mujeres que trabajan en los cortes de caña de azúcar los días corren iguales y sin avisar.

Trabajan jornadas superiores a las ocho horas por un pago semanal de aproximadamente 800 pesos; 500 los destinan para su comida y 300 los mandan a familiares que viven en comunidades indígenas. Los jornaleros agrícolas no reciben aguinaldo y sus hijos tampoco esperan regalos de Santa Claus o los Reyes Magos.

Provienen de comunidades indígenas de Guerrero y Puebla con manos y rostros ajados por el trato rudo del corte. Sus diestras blanden afilados machetes que surcan los aires antes de impactar las elevadas varas dulces. La mayoría da cuenta de su experiencia al cortar en automático las cañas y después arrojarlas a un costado para juntar sus montones y después llevarlos al camión de traslado.

Cada año llegan a Morelos alrededor de 14 mil jornaleros de los cuales 10 mil 500 trabajan en la cosecha de hortalizas y 3 mil 500 en la zafra. De ellos, 90% proviene de pueblos de Guerrero, 8% son de Oaxaca, y el restante 2% de Puebla, según el reporte del Programa Nacional de Jornaleros Agrícolas.

La secretaria de Desarrollo Social de Morelos, Blanca Estela Almazo Rogel, informa que en el estado hay 20 albergues para los trabajadores del campo; 11 son administrados por organizaciones gremiales y civiles; nueve son comunitarios y están bajo la responsabilidad de los ayuntamientos en municipios como Totolapan, Jantetelco, Cuautla, Yautepec, Jojutla, Tepalcingo, Puente Ixtla, Jiutepec y Axochiapan.

La faena

Antes de encumbrar el sol, aún en invierno, los jornaleros están en los campos de caña. Algunos consienten la plática, otros rehusan y exhiben el hartazgo de su actividad. “No tengo tiempo para platicar, déjeme trabajar”, alegan; menos tienen tiempo para hablar de la época decembrina.

En los sembradíos del municipio de Yautepec, reflejan cansancio y por su frente escurren perlas de sudor. Cada hora es aprovechada porque, como dice Roberiano Ortega, “entre más trabajamos más ganamos”, y así lo hace él desde hace casi 20 años por necesidad.

Explica que con los 300 pesos que deposita para sus familiares que viven en Patlicha, una localidad del municipio de Copanatoyac, Guerrero, apenas alcanza para sobrevivir. No hay para Santa Claus o cenas especiales.

“En el pueblo el trabajo es la siembra del maíz y frijol, no hay más, hay para comer, pero no para comprar otras cosas. No dejo este trabajo porque en otro lugar me piden papeles de estudios que no tengo”, expone.

Marciano Peralta Álvarez, de 31 años, es de los trabajadores que gana menos. Es originario de Tlapa, Guerrero, y al día junta casi 20 montones de caña con 200 varas cada uno, por montón recibe cuatro pesos, así que por día gana 80 pesos. “Me alcanza porque soy soltero”, dice.

Domingo Saldaño tiene 51 años y no deja el quehacer de la caña pues mantiene a su esposa María Aparicio y a sus 10 hijos.

Viene de Huitziltepec una comunidad indígena de Guerrero. “Me gusta mi pueblo, es otro clima, pero allá no gano nada”, añade.

La Abeja Cocoyoc

Este albergue es una casa grande. Es temporada navideña, pero aquí no hay ni una esfera. Tampoco se ven juguetes ni aparatos electrónicos. Los niños corren, se carcajean y se esconden detrás de las puertas. Sonríen sin ninguna preocupación, juegan en una resbaladilla mientras su mamá prepara el almuerzo.

Aquí se ofrece a las familias dormitorios, lavaderos, cocina, comedor, baños y escuelas-guardería, primaria y secundaria. Hay un maestro que atiende a los niños de primaria. Una gran mayoría no recibe regalos de Navidad ni juguetes.

En este lugar viven 12 familias y 62 cortadores de caña. Es una casa en cuyo patio deambula un burro y dos gallinas.

En cada habitación duermen unas 10 personas. Virginia tiene 31 años y cuatro hijos de 16, 13, tres y dos años. No estudian porque no les gustó y su esposo Domingo Ramírez corta caña; gana 800 pesos.

Su ropa la guarda en cajas de cartón y los pocos trastes que tiene los deposita en una cubeta. Sobre una mesa están sus alimentos: jitomates, chiles, cebollas y cuatro tapas con huevo.

Atrás de las habitaciones huele a comida, son frijoles refritos, queso en salsa roja y el fuerte olor a hierbabuena en la olla del caldo de res. “Es hierbabuena de mi pueblo por eso está fuerte, la de aquí casi no tiene olor”, dice Delfina Sánchez, otra mujer que cuida del “hogar”.

—¿Tienen mejor vida en el albergue o en su pueblo?, se les pregunta.

—Aquí todo está más caro pero hay trabajo y allá no. Si tenemos para comer pero no para comprar zapatos o ropa, lamenta.

Su esposo Mauro Morales se dedica al corte de caña; gana un promedio de 600 y 800 pesos a la semana, eso debe alcanzar para ahorrar, comer y comprar las cosas que se necesiten.

Mano de obra

La Secretaría de Desarrollo Social de Morelos informa que al año llegan unas 500 familias a trabajar. Unos 3 mil jornaleros llegan solos; además, unos 500 llegan sin ningún tipo de registro ante las autoridades.

Los albergues oficiales tienen capacidad para recibir a unas 4 mil 500 personas; 76% se alojan en ellos y 24% se distribuye en viviendas aledañas a las zonas de cosechas.

De acuerdo con Blanca Almazo Rogel, titular de las Sedesol estatal, los principales cultivos donde trabajan son caña de azúcar, jitomate, tomate, ejote, maíz y calabaza.

Para los cientos de jornaleros, su prioridad está en el trabajo, por lo que dejan a un lado preparativos para festejar la temporada, pues no tienen los recursos económicos para ello y ni siquiera cuentan con aguinaldo.




Fuente: El Universal| Justino Miranda