lunes, 14 de agosto de 2017

El nuevo TLCAN y la distribución de la riqueza / Víctor Flores Olea

Ciudad de México. Esta semana se inician las negociaciones para reformar el TLCAN, suscrito en 1994 por México, Estados Unidos y Canadá. Por la parte mexicana debe decirse que, en los inversionistas de nuestro país, hay entusiasmo porque, para ellos, el horizonte de ganancias en aumento parece a la vista. Es verdad, como ha dicho el banquero Carlos Hank González: “Estoy positivo y entusiasmado y creo que podremos alcanzar algunos buenos resultados”, y consideró además que actualmente hay menos incertidumbre respecto a la renegociación que a principios del año, porque ya han sido marcadas las pautas de las conversaciones.

Donald Trump, en cambio, ha dicho que "los déficit comerciales son un obstáculo para la economía estadunidense porque envían dinero al exterior". Esto es verdad, sin embargo el balance negativo del país disminuyó de 762 mil millones de dólares en 2006 a 505 mil millones en 2016, debido principalmente a que los estadunidenses redujeron su consumo durante la Gran Recesión.
Algunos distinguidos especialistas han sostenido que México tendrá la difícil tarea de exigir y mantener la simetría existente en el TLCAN original, pese a las presiones del equipo de Donald Trump (señaló en una entrevista el economista Luis de la Calle). Y añadió: "México debe aspirar a que lo que resulte de esta negociación sea otra vez perfectamente simétrico… El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que entró en vigor en 1994 entre México, EU y Canadá, fue el primer pacto comercial simétrico que involucraba un país en desarrollo como México, pues las tres naciones tienen iguales derechos y obligaciones… Si Estados Unidos pretende ahora que el resultado sea asimétrico porque están perdiendo y quiere dejar de perder, eso implica que el resultado de la negociación no va a ser igual. Para México, desde mi punto de vista, esto debe ser entonces inaceptable", subrayó el también exsubsecretario de Economía.
Por otro lado, algunos economistas han elogiado el mecanismo de licitaciones que ha prevalecido en el TLCAN, y otros desearían que se preserve el fortalecimiento de las inversiones, los accesos al mercado así como el apoyo a la seguridad energética de la región, y la apertura de los mercados de energía, es decir, el fin de las corporaciones estatales de energía, típicamente el caso de México que fue cumplido rigurosamente por nuestro gobierno.
Por lo demás, varios comentaristas, entre ellos, Manuel Molano, afirman que en los papeles preliminares que se discutirán en las negociaciones del TLCAN se enfatiza el fortalecimiento de las reglas de origen y temas de economía digital que prácticamente había quedado fuera en el tratado de 1994, así como asuntos de propiedad intelectual y condiciones laborales; pero en algunos casos también podría tener complicaciones; además, proponen facilitar la imposición de medidas antidumping y los derechos compensatorios. Por lo demás, los documentos plantean la cuestión del medio ambiente.
Una cuestión que complica las negociaciones es el hecho de que, en México, se cruzan a mediados de 2018 las elecciones presidenciales y, en Estados Unidos, las del Congreso. La gran cuestión, coinciden con de la Calle varios especialistas, es la de lograr que, a pesar de las presiones de Donald Trump, se logre mantener la "simetría" actual del TLCAN. Esto significa que los tres países conservan los mismos derechos y obligaciones.
La cuestión de fondo que subsiste, no importando el superhabit comercial de México en sus relaciones comerciales con Estados Unidos en el marco del TLCAN, es el de la distribución interna de esa riqueza que, hasta ahora, ha dado señales de concentrarse desmedidamente en pocas manos.
Hoy, los especialistas discuten si la coyuntura será propicia para impulsar una más justa distribución de la prosperidad, y tal vez la mayoría se pronuncia por la negativa, sosteniendo que estando la riqueza en manos de los ricos estos se opondrán a cualquier cambio de esa dirección, que para ellos es por mucho la más conveniente.
Por supuesto, hay también partidarios de la posición contraria, sosteniendo que la situación debe cambiar ante el peligro de presiones y hasta levantamientos sociales imprevisibles. Personalmente sería más afin a esta postura, ya que, en efecto, las presiones sociales van en aumento y los gobiernos saben que tales demandas son justificadas, y por tanto su inclinación política sería atenderlas en alguna medida, bajo el peligro de tener que enfrentar relativamente en corto tiempo problemas mucho más intensos. Es la presión social la que orillaría a los poderosos a ceder y a tomar medidas que, aun lentamente, nos acerquen a una mayor igualdad.
Es verdad, como dice Luis Rubio, que el TLCAN no es un instrumento de desarrollo, pero por ejemplo en México sus efectos han sido enormes según estados y regiones. El propio Rubio nos dice que "la región norte del país creció en un 53% entre 1994 (año de la firma del Tratado) y 2004, en el mismo período la región sur creció en sólo 16% y la del centro en 22%. Estas cifras nos dirían al menos … que los beneficios del crecimiento (y del TLCAN) se han distribuido de una manera muy desigual".
Lo cual implica evidentemente que el país debe redoblar sus esfuerzos internos para construir una infraestructura material, técnica y humana), capaz de aprovechar equilibradamente los beneficios que potencialmente es capaz de proporcionar el TLCAN, y más tratándose de una segunda etapa que pudiera y debiera ser más beneficiosa que la anterior, y mejor distribuida. Tomando en cuenta la experiencia ya vivida, el gobierno en turno (básicamente a partir de 2018) debiera hacer un esfuerzo excepcional para que los beneficios del nuevo TLCAN sean verdaderamente incluyentes de todos los mexicanos, y sea un factor de igualdad social poderoso y no un instrumento adicional que ahonde las desigualdades y la injusticia social.

Advierten riesgos en el sector agrario con cambios en TLCAN


Ciudad de México. Una mayor flexibilización en la importación de alimentos transgénicos o la siembra de los mismos en territorio nacional, sobre todo del maíz, el incremento en la privatización de la tierra y el agua en comunidades rurales, la apropiación de la propiedad intelectual sobre la biodiversidad mexicana y los conocimientos tradicionales en agricultura, gastronomía y medicina tradicional así como la imposición de aranceles o cupos para la exportación de productos mexicanos hacia Estados Unidos son algunos de los riesgos que puede enfrentar el campo mexicano en la renegociación del Tratado de Libre Comercio para América del Norte (TLCAN), advirtió Víctor Suárez, director de la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo (ANEC).
“Todo eso puede ofrecer o negociar el gobierno mexicano en el sector agropecuario porque las importaciones de alimentos ya están libres de aranceles. Todo lo que tenemos por delante es negativo y por eso estamos contra la renegociación del TLCAN”, señaló Suárez en entrevista y anunció que Convergencia México sin TLCs, a la que pertenece la ANEC y otras organizaciones, llevará a cabo una movilización masiva el próximo miércoles, justo cuando arranca la primera ronda de negociaciones en Washington.
El sector agropecuario reporta resultados contrastantes en los 23 años de vigencia del tratado ya que mientras el gobierno federal y organismo privados destacan el incremento en la producción y exportaciones, hay organizaciones y especialistas que insisten en que sólo ha favorecido a grandes empresas agroindustriales, entre ellas trasnacionales.
“El TLCAN ha sido beneficioso para la producción agropecuaria, la cual aumentó de 155 millones de toneladas a 273 millones de toneladas de 1994 a 2017, un incremento de 76 por ciento, particularmente en frutas y hortalizas. El sector ha hecho su trabajo”, sostuvo Juan Carlos Anaya, director del Grupo Consultor de Mercados Agrícolas (GCMA). En el mismo periodo, la superficie cosechada creció de 18.37 a 20.71 toneladas por hectárea o 12.73 por ciento, y el valor de toda la producción agropecuaria se disparó 85.3 por ciento al pasar de 28 mil 177 millones de dólares a 52 mil 215 millones, de acuerdo con la consultoría.
Los granos y oleaginosas concentran 57.3 por ciento de la superficie cosechada, seguidos de un 22 por ciento dedicada a los forrajes. En cambio éstos ocupan el primer lugar en toneladas producidas con un 41.3 por ciento del total y en segundo sitio con 22.7 por ciento se ubican los productos agroindustriales.
En cuanto al valor de la producción, los productos pecuarios tienen la principal importancia con 42.9 por ciento del total mientras que frutas y verduras aportan otro 24.9 por ciento, el restante 32.2 por ciento se divide entre granos y oleaginosas, productos agroinsutriales, forrajes y otros, de acuerdo con GCMA.
Respecto al comercio exterior, el dirigente de la ANEC aseguró que el gobierno federal presume “de una manera burda y manipuladora” de un superávit en la balanza agroalimentaria, lo cual ha ocurrido sólo en los últimos tres años, así que el balance total es de 60 mil millones de dólares de déficit en todo el periodo.
Fuente: La Jornada